13 de febrero de 2007

Pobre niña rica...

Lo primero de todo, pedir perdón a Bruce, ya que aunque dudo mucho que perdiera el sueño ayer por no leerla, el domingo le prometí que contaría esta historia.

Voy a hablar de un caso que ha ocupado las portadas de prensa rosa (y no tan rosa) en la última semana, la muerte, aparentemente podría ser por suicidio de Anna Nicole Smith, una historia trágica de una chica que lo tuvo todo, sin tenerlo nada y que deja una niña de cinco meses sola en el mundo y con cuatro padres que se la disputan (posiblemente por varios millones de razones de las que se guardan en el banco).

Anna Nicole saltó a la fama hace algunos años cuando hizo suyo el chiste de que las mejores medidas en un hombre son 80-2-80 (80 años, 2 infartos y 80 millones de euros en el banco*). La buena muchacha era una bailarina mediocre de strip-tease, con un hijo pequeño de su primer matrimonio, que cazó a un millonario con un fortunón. El abuelete la palmó a los dos días y la Smith (que no la Nicole Smith como he leído en algún artículo, porque Anna Nicole es un nombre compuesto) emprendió una batalla legal legendaria contra los herederos del viejo, que no la había nombrado en su testamento. Tras miles de juicios, contrajuicios y contra todo juicio, al final el principal heredero de la fortuna, el hijo de su marido, murió de una infección y les dejó via libre, a ella y a su ya adulto hijo, hacia los ansiados millones. Poco después vino el anuncio de que Anna Nicole estaba embarazada, sin especificar quién era el responsable... A los dos días de dar a luz una niña, su hijo mayor apareció muerto en el mismo hospital en el que estaban ingresadas su madre y su hermana de una sobredosis de pastillas. La madre no le ha sobrevivido ni seis meses...

El otro día nos preguntábamos entre un grupo de amigas porqué este tipo de tragedias ajenas nos conmueven a veces. A mí la historia de Anna Nicole me da pena. Si bien el personaje dista mucho de ser ejemplar, moral, o de inspirar algún pensamiento noble, sirve para ilustrar alguna de las grandes miserias del género humano: siempre posponemos la llegada de la felicidad a la consecución de algun logro nuevo (un nuevo horizonte, una nueva casa, un nuevo trabajo o que nos toque la lotería y nos veamos dueños de una nueva fortuna) y sobre todo, no solemos tener cuidado con meditar cuidadosamente cuáles son las verdaderas consecuencias de aquello que deseamos.

*/Por cierto, he de agradecerle con cariño a Eliana que me contara este chiste

1 comentario:

Miriam G. dijo...

Desde luego guapa, más razón que un santo, ese es el asunto queremos más y no sabemos porque, pero sobre todo no sabemos para que, si me lo permites, cojones.

Un beso, Miriam G.